En Venezuela,
se viven momentos difíciles, de contradicciones pero a la vez de muchas
esperanzas, los venezolanos se ven de frente, argumentando algunos con lo que
les cuentan y otros por lo que razonan, inevitablemente todos mirando hacia atrás;
el opositor por aquella Venezuela de antes de Chavez que les abre el futuro muy
parecido a lo que ya dejamos y el Chavista por esa Venezuela donde mandaba o
gobernaba Chavez, pero definitivamente en su mayoría en contra de lo que hoy no
es el gobierno que todos quieren, donde todos saben, que no es mejor que lo dejado,
ni mejor que lo esperado.
El
gobierno venezolano, acusado por la oposición de ilegítimo, en una serie de
actuaciones contrarias a las exigencias naturales de una sociedad despierta,
llena de necesidades y potencialidades, pareciera estar propiciando el caos o
la ingobernabilidad para justificar los fracasos que obligatoriamente deben
ocurrir a causa de la mala gestión y la mala interpretación del fenómeno político
actual.
En el pasado
inmediato, era claro el mandato de un individuo y la existencia de un estado de
derecho, donde indirectamente se le burlaba muy disimuladamente para mantener
esa sensación de un estado fundamentado en la constitución; antes de Chavez y
con Chavez todos sabíamos que mandaba el que fuese presidente, hoy no está
claro quién manda y menos quien gobierna. Los venezolanos, ya desconocen si el
gobierno es nacional o es extranjero, son muchos los rumores y son muchas las
reflexiones sobre la conducta de quienes toman las decisiones, que en
oportunidades nos dejan con la boca abierta por lo insólitas e inesperadas de
las mismas.
Para gobernar,
un individuo debe tener la capacidad de mandar y ese mandato tiene la finalidad
de ejecutar las políticas a seguir por todos, fundamentado siempre en la
constitución y todas las leyes que de ella se derivan, por otro lado el mandato
no debe improvisarse, debe tener un fundamento administrativo derivado de la
planificación, pensada en la realidad del país, el estado y la nación. El
actual mandatario, no logra mostrar su capacidad para gobernar y menos en medio
de tantas mentiras demostradas en su plena difusión, está claro que su
legitimidad no existe y eso crea un vacío en su aceptación por quienes deben
obedecerle, los árbitros, guardianes y los jueces que según la constitución no
deberían actuar como lo hacen, estimulan la rabia y sentimientos de impotencia
entre quienes vienen haciendo las cosas según las exigencias de esos mismos
organismos, se alimenta con mucha energía la posibilidad de que estalle un
pueblo que ve, oye, siente y vive cada situación de forma muy distinta a lo que
se pretende hacer creer en el discurso de los que están tratando de manipularles y
que precisamente son los dueños del poder que les reprime sus ideas y sus
acciones, bajo el amparo de las armas, de las ideas de quien murió y en una
Venezuela que en nada se parece a la de hace tres meses.
Somos una
fuerza gigantesca, que en la historia ha sabido dejar constancia de ello y con
la paciencia que nos caracteriza aguardamos como dice el viejo dicho, del personaje aquel de por estas calles Eudomar Santos: “como
vaya viniendo vamos viendo”, tenemos esa gran energía que otorga la razón, está
al borde de esa rabia contenida por la sabiduría y alimentada por los abusos y
violaciones a la espera de una señal que nos diga “adelante a luchar milicianos
a la voz de la revolución” frase del himno de acción democrática que bien puede
ser usada por los que aspiramos a una mejor Venezuela y los que por una
revolución cayeron en donde estamos.
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