En primer término, cabe destacar
la dificultad de los gobiernos para llegar a acuerdos amistosos y equitativos
en la repartición de un territorio que históricamente debate la realidad
pragmática de los pueblos entre los elementos jurídicos que establecen las
normas y los elementos jurídicos que se imponen de una realidad cotidiana e
invariable en el tiempo sobre el anhelo del preciado dorado, de quienes no son
dolientes directos de dichos territorios y de quienes, si, se llegase a un
conflicto velico sacarían el mejor provecho.
La historia ha demostrado, que el
apetito sobre las riquezas de un territorio se impone a los intereses y
alcances de los países que no disfrutan del poder político, económico o militar
en el mundo. Poco importan los derechos humanos, civiles o territoriales,
siempre habrá una forma en que se puedan vulnerar.
La posición actual del conflicto
territorial entre Guyana y Venezuela, no dista mucho de las características de
épocas pasadas, si analizamos el problema desde el intervencionismo indirecto
de otras naciones y de la suave diplomacia venezolana.
La posición negociadora de ambas
naciones anuncia la pérdida inevitable de territorio, cuando se reclama algo,
jamás se acepta la negociación; hablar de negociar es como decir que el laudo
es medio valido o medio nulo. Debió reclamarse su nulidad por parte de
Venezuela o la validez por parte de Guyana, debió ser, si es nulo devuélveme mi
territorio y si es válido, toma tu territorio; pero como ya he mencionado
influyen muchos aspectos y ya en el término negociación ambos países ceden
parte de sus razones, están conscientes de ello.
Si pudiera solucionarlo, lo haría
así:
Con la intención de proporcionar
ideas, que permitan deslumbrar posibles soluciones al problema limítrofe, se
presentan las siguientes recomendaciones:
La disputa por los territorios
debe resolverse bajo la tutela de organismos internacionales pero con la
consideración de las particularidades de la región en cuanto a los derechos
individuales y colectivos de los habitantes de la zona sin que dichas soluciones
afecten la integridad de cualquiera de las dos naciones.
Una primera fase en la
solución, debe ser la soberanía compartida mientras no se aclare la pertenencia
del territorio en cuestión; no se puede hacer uso de lo que no puedes demostrar
que es tuyo, o lo que has arrebatado a la fuerza. Sería una forma de proteger
los recursos, de no perder el territorio y de beneficiar a los ciudadanos que
allí habiten. Sustentando esta situación como acuerdos de cooperación, derechos
humanos, protección del medio ambiente, de los recursos o reservas naturales.
Aplicando la libre
determinación de los pueblos y los principios democráticos, mal pudiera estar
en manos de una comisión ante un organismo externo el destino de un pueblo que
indistintamente de la nacionalidad enfrentará lo cotidiano de la vida, por su
entorno y condiciones de abandono o atención por parte de cualquiera de los
gobiernos. No se trata de crear un nuevo país, sino de dejar la libertad de
adherirse a la nación que mejor les haya tratado o la que mejores condiciones
de vida les garantice.
Para la aplicación de las
recomendaciones anteriores debe generarse una condición de gobiernos asociados,
en un territorio sin dueño, donde ambos por las distintas circunstancias y
argumentos válidos o no ya deben aceptar la pérdida del territorio al ir a la
negociación. Asumiendo las responsabilidades y derechos como gobiernos en leyes
ajustadas a la particular situación. Como segundo requisito indispensable es
dar el tiempo suficiente a los pobladores para conocer y convivir bajo las
condiciones de atención y protección adecuada entre las normas o leyes de ambos
países que más les beneficien sin discriminación alguna. Lo que les permitirá
gozar de la nacionalidad individual que prefieran desde el mismo momento de
llegar al acuerdo de compartir la soberanía; con la intención de poder aplicar
las normas y leyes que correspondan a la nacionalidad elegida.
Por último, serán los mismos
pobladores quienes determinen el momento y la forma de adhesión territorial, de
esa porción que ya, por el solo hecho de hablar de negociaciones y por los
absurdos acuerdos de los que no participó Venezuela, hemos perdido pero que
estamos dispuestos a rescatar con la conquista de la voluntad y con ella el
territorio, a la nación que demuestre su
soberanía real sobre el Esequibo de manera irreversible, justa, legal y mas
allá del simple territorio, soberanía sobre su gente.
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